La situación en Nicaragua
Nicaragua es un país sumamente vulnerable a las amenazas naturales, ocupando el puesto 21 en el Informe Global sobre Riesgos Mundiales (Foro Económico Mundial). En 2022 el Huracán Julia fue considerado como el fenómeno generador de riesgos más devastador en Nicaragua: arrasó y provocó múltiples inundaciones y destrozos en la Costa Caribe, generando pérdidas totales de más de 367 millones de dólares, afectando a más de 800 mil familias y dañando infraestructuras escolares en más de 380 centros. Además, dañó cosechas en otras zonas, como en el Corredor Seco. Esto ocurría tan solo 2 años después del devastador paso de los Huracanes Eta e Iota.
Maura Madriz, representante país de WeWorld en Nicaragua nos cuenta:
“Las poblaciones indígenas y afrodescendientes de las comunidades de la Costa Caribe y sus medios de vida y recursos naturales han sufrido pérdidas y daños irreparables a lo largo de los años, afectando no solo el ámbito económico, sino trastocando su cosmovisión y espiritualidad. Estos fenómenos hidrometeorológicos extremos han conllevado a la pérdida de recursos invaluables. Un ejemplo de ello es la pérdida del cementerio de la comunidad miskita de Walpasiksa, que desapareció tras el impacto de los huracanes Eta & Iota: el mar se llevó a sus difuntos”.
Otra de las comunidades afectadas en gran manera fue Haulover, que hasta noviembre de 2020 era una de las comunidades más visitadas del municipio de Prinzapolka debido a su belleza escénica, siendo considerada un verdadero paraíso frente al Mar Caribe. Después de los huracanes, la población perdió no solo sus viviendas, sino la posibilidad de reactivar la actividad turística, debido a la grave afectación generada en los ecosistemas marino-costeros: la pérdida total de su vegetación, la erosión drástica en la costa y el cambio de las características físicas de la propia comunidad.
Nuestra intervención
Con la intención de poder dar respuesta a esta situación y trabajar para fortalecer las capacidades de varias comunidades indígenas y zonas rurales de la Costa Caribe nicaragüense, nosotros hemos implementado juntos con el Programa Mundial de Alimentos un proyecto de recuperación en respuesta al Huracán Julia a través de la rehabilitación de infraestructura escolar.
Esta acción se centró en la construcción de cuatro cocinas y una bodega en los centros escolares de cuatro comunidades del municipio de Laguna de Perlas: RaitiPura, Orinoco, Marshall Point y Arenita. El objetivo era buscar que dichos centros puedan contar con infraestructuras resilientes para la preparación y/o distribución de alimentos seguros en situaciones de emergencia. Esta construcción se complementó con la entrega de 4 Sistemas de Captación de Agua de Lluvia con una capacidad total de 30.000 litros de almacenamiento y con varios procesos de formación en temáticas vinculadas con alimentación saludable, agua, saneamiento e higiene, e igualdad de género.
Formaciones en agua, saneamiento e higiene con niñas y niños de la comunidad de Marshall Point, Costa Caribe
La acción se hizo a través de los centros escolares ya que, en Nicaragua, el programa de alimentación escolar es el mayor programa de protección social. Llega a 1,2 millones de niños cada día en todo el país. Cuando se producen crisis, las escuelas sirven de asistencia alimentaria a las poblaciones afectadas. Por lo que supone una gran acción de fortalecimiento de la respuesta a emergencias en el nivel comunitario.
Pero la implementación de un proyecto en estas zonas va más allá del aspecto infraestructural. Es fundamental que en los procesos prime el consentimiento informado de todas las personas beneficiarias, poder contar con el visto bueno de toda la comunidad y que esta se pueda apropiar de la acción y sentirse empoderada. Omar Coleman, nuestro técnico de campo el cuál acompañó y siguió el proyecto durante todo el proceso nos habla más sobre este enfoque:
“Este proyecto, visto desde los actores externos se focalizaba solamente en los ámbitos de seguridad alimentaria y WASH, pero visualizado desde otras perspectivas fueron acciones multisectoriales. Se fortaleció el involucramiento y la participación de las instituciones municipales que conforman el sistema de prevención, mitigación y atención de desastres durante la presentación e implementación de las actividades; se fortaleció la gobernanza comunitaria a través de la participación activa de los líderes en los procesos de toma de decisiones y en la realización del consentimiento previo, libre e informado. En todo momento se tomó en cuenta la aportación de los beneficiarios, comenzando en los procesos de diseño de las obras de seguridad alimentaria y WASH. Finalmente, el enfoque de género y la interculturalidad desde los pueblos afrodescendientes, indígenas Miskitus y la población mestiza; fueron dos pilares fundamentales, presentes desde el comienzo de las acciones”.